¿Cuándo el alcohol empieza a ser un problema?

El alcoholismo es una enfermedad que afecta al 5% de la población mundial. Además, el alcohol también es el responsable de 3,3 millones de fallecimientos al año, lo cual representa un 5,9% de todas las defunciones (según datos de la OMS).

A pesar de estos datos escalofriantes, el alcohol es una droga social y comúnmente aceptada. Está presente en la mayoría de las reuniones sociales y familiares, en momentos de ocio, en ciertos ambientes laborales, etc. Se podría decir que es parte de la vida cotidiana.

No solo existe una gran tolerancia y aceptación del consumo de alcohol, sino que incluso en ciertas ocasiones, el no consumo puede verse cuestionado o no comprendido por el entorno de una persona. Si alguien decide en un momento concreto que no va a consumir alcohol, es común que reciba presiones por parte de otras personas para que tome una copa. La abstinencia parece no entenderse.

En medio de toda esta normalización del consumo, y la presión que a veces existe para consumir, hace que resulte complicado diferenciar o darse cuenta de si se tiene o no un problema. A esta dificultad también se le suma el estigma o la visión distorsionada que existe sobre la figura del alcohólico. Es común que muchas personas identifiquen la adicción al alcohol con el estereotipo del “sin techo”, una persona con mal aspecto, higiene descuidada y que parece estar en estado de ebriedad constante. Nada más lejos de la realidad, la mayoría de las personas que tienen problemas con el alcohol, son personas con buen aspecto, que desempeñan su labor profesional o su vida familiar, y no están en constante estado de embriaguez.

Todo esto influye en que, en cierta manera, el alcoholismo sea en sus principios una enfermedad silenciosa, que pasa desapercibida. En ciertos momentos puede resultar complicado detectar el problema, pues este se encuentra camuflado entre las costumbres sociales.

Para no caer en la normalización del problema, es adecuado que se tengan presente varias cuestiones. Estas nos podrán ayudar a ver si una persona tiene problemas con el consumo.

¿Cómo reconocer si existe un problema de alcoholismo?

En primer lugar, se debe observar si existe un deseo intenso o necesidad de ingerir alcohol.
Ello debe ir unido a una pérdida de control sobre el consumo, que puede darse tanto para empezar a beber, como también para detener la ingesta una vez que esta ha empezado.
A esta necesidad de beber y a la falta de control que experimenta la persona, se le añade la tolerancia que va adquiriendo a la bebida, de tal manera que las cantidades ingeridas cada vez son mayores.
También son importantes los signos de abstinencia, malestar físico que el adicto intentará aliviar con más bebida.
Estos síntomas van apareciendo y acentuándose de manera progresiva, siendo al principio muy sutiles. Por ello a veces es complicado darse cuenta del problema si no se observa con detenimiento y se presta atención. Lo común es que estos síntomas sean cada vez más graves, y que con ellos vayan apareciendo también ciertos cambios en la vida cotidiana, como el abandono de otras actividades o aficiones, conflictos y problemas personales, sociales, laborales o familiares. En estas fases de la enfermedad en las que los síntomas afectan al entorno, es sencillo darse cuenta de que algo no va bien

Es importante tener en cuenta que una vez que la adicción se instaura, esta se cronifica. Sin un tratamiento específico, la enfermedad no remitirá por sí sola y las complicaciones se harán casi inevitables.

Una parte especialmente importante dentro de todo esto, es que al tiempo que el alcohólico va padeciendo un deterioro progresivo, en la familia también se van gestando e instaurando diferentes problemas y dificultades.
Al igual que el alcoholismo presenta síntomas propios de la enfermedad, que siguen su curso y evolucionan de una manera similar en todas las personas que lo padecen, las familias también presentan una forma de deterioro concreta y característica que se da en la gran mayoría de los casos. La ruptura de la dinámica familiar, así como una serie de problemas emocionales de sus miembros, son un síntoma más de la enfermedad. Se podría decir que las familias también enferman.

De la misma manera que es importante conocer qué conlleva el alcoholismo, cómo saber si existe un problema con el consumo y qué se debe hacer cuando se da, también es básico que las familias conozcan y comprendan qué les está pasando a ellos.
El reconocimiento, comprensión y el tratamiento de los síntomas y los problemas emocionales de las familias, es sin duda una parte indispensable del tratamiento de cualquier tipo de adicción. Todo esto, independientemente de si el familiar alcohólico decide o no ponerse en tratamiento.