La familia es la pieza clave en la recuperación del alcohólico, sin embargo, en muchos casos, cuando se detecta un problema de alcoholismo, nos centramos en el paciente y nos olvidamos de las personas allegadas a él. En este artículo te explicamos dos de los principales trastornos que aparecen en la familia del alcohólico y por qué deben ser tratados para conseguir la recuperación más rápida del enfermo.
Cuando una persona empieza a tener problemas con el alcohol, van gestándose una serie de problemas y emociones negativas que acaban por contaminar a todas las personas cercanas, especialmente a la familia.
La ansiedad y el estrés son dos de las emociones que más se acentúan en estas situaciones. Si bien ambas suelen ir de la mano, hay que diferenciar estos dos estados, pues comprenden síntomas y sensaciones diferentes, por lo que pueden confundirse.
La ansiedad en la familia del alcohólico
Cuando hablamos de ansiedad, esta se puede definir como un estado de activación o de alerta. Es un mecanismo natural del ser humano, que está diseñado para que nos pongamos en marcha ante situaciones de riesgo o peligro físico.
La sensación de ansiedad aparece cuando este mecanismo se activa sin que exista un peligro físico real inmediato. En una situación en la que no es necesario escapar o ponerse a salvo, resulta muy incómodo y difícil convivir y permanecer con esas sensaciones físicas y psicológicas.
Las formas de experimentar la ansiedad son diferentes para cada persona. A continuación vamos a describir algunos de los síntomas más comunes, no obstante, es importante destacar que una persona no tiene por qué sufrir todos los síntomas.
Algunos de dichos síntomas experimentados a causa de la ansiedad son: palpitaciones, temblor, sudoración, hormigueo, dificultad para respirar, dolor torácico y mareo, entre otros. Además, suele complementarse con una sensación psíquica de inquietud, agobio, inseguridad, sensación de amenaza, incertidumbre o dificultad para tomar decisiones.
Como puedes imaginar, cuando presentas un cuadro así, la capacidad de concentración disminuye por lo que vienen los olvidos, despistes, la negatividad y por supuesto la preocupación excesiva por eventos a los que nos estamos anticipando.
Todas estas sensaciones provocan estados de bloqueos, irritabilidad, aislamiento y otras dificultades a la hora de acometer y relacionarnos de forma normal, como haríamos cuando no estamos bajo una situación de estrés.
En cierta manera, este estado de alerta puede entenderse como un mecanismo de defensa ante una situación que, si bien no presenta un peligro físico inmediato, sí supone la posible presencia de problemas o conflictos en cualquier momento.
Los familiares de las personas adictas, por lo general, están expuestas permanentemente a la incertidumbre. Convivir con un alcohólico conlleva contemplar siempre la posibilidad de que algo pueda ocurrir.
Por ejemplo, algunos temores muy comunes entre los familiares de las personas que beben son que tenga un accidente de tráfico por conducir bebido o que se vea involucrado en alguna discusión, pelea o situación de la cual pueda salir herido. La familia tiene que lidiar con el temor constante por la integridad física del alcohólico.
Además de eso, también es normal que tengan otras preocupaciones relacionadas con el trabajo o las circunstancias económicas. La posibilidad de que se generen deudas a causa de la adicción o de que el adicto pierda su trabajo también es un riesgo que la familia teme casi de manera constante.
Por último, las situaciones del día a día no resultan menos preocupantes para la familia. La conducta del alcohólico en muchas ocasiones es impredecible, así como su estado de ánimo.
Los familiares deben estar constantemente alerta y a la expectativa para poder comprobar en qué estado se encuentra el adicto en cada momento, ante la posibilidad constante de que haya un conflicto. Con todas esas circunstancias incontrolables que perjudican y afectan de lleno a la familia, se hace comprensible la presencia de ansiedad.
El estrés en la familia del alcohólico
Cuando hablamos de estrés, nos referimos a la sensación que sufre una persona cuando las demandas de las situaciones o los problemas sobrepasan el límite de lo que es capaz de afrontar. Se podría definir como una sensación de desbordamiento, de que los problemas o las situaciones suponen una exigencia mayor de lo que se puede ofrecer.
Para los familiares de las personas alcohólicas, mantener un ritmo de vida medianamente normal exige unos esfuerzos mucho mayores de los que serían precisos si no existiese el problema, lo cual genera una sensación constante de abatimiento.
Como se explicaba anteriormente, la ansiedad en muchas ocasiones va ligada al estrés. Esto ocurre así en la mayoría de las familias que conviven con una persona que padece alcoholismo.
Los síntomas y las sensaciones de ansiedad restan fuerzas y capacidades a la persona para enfrentarse a situaciones. Si a ello le añadimos que estas situaciones de por sí desbordan los recursos de la persona, nos encontramos con la combinación ideal para que la persona quede totalmente incapacitada de cara a poder ayudar a su familiar a superar su alcoholismo.
Cuando una familia se encuentra totalmente inmersa en el bucle de la adicción, será muy difícil que de manera espontánea ese bucle se detenga. También es difícil concebir la posibilidad de que una persona supere su adicción dentro del clima de una familia emocionalmente deteriorada.
Aunque los síntomas del estrés y la ansiedad puedan resultar muy incapacitantes, lo cierto es que existen estrategias y herramientas que se pueden emplear para controlar esas emociones. Existen técnicas específicas para el manejo del estrés y la ansiedad, de manera independiente, que resultan muy efectivas a la hora de disminuir las diferentes sensaciones que genera cada trastorno.
Sin ninguna duda, el tratamiento del alcohólico empieza en este punto, pues para que la adicción pueda resolverse, es necesario que la familia lleve a cabo cierta colaboración con los profesionales. Una familia desbordada por los sentimientos de estrés y de ansiedad no tendrá la capacidad para llevar a cabo las indicaciones de los profesionales para un proceso de recuperación.
De esta forma, podemos concluir que el tratamiento del alcoholismo, comienza en primer lugar por la recuperación de la familia, puesto que si esta no está fuerte, no podrá ayudar al paciente en el proceso de recuperación de su vida y a sí mismo.
Muy interesante me he sentido muy identificada com muchas cosas gracias