Desde hace algunas semanas vengo escribiendo algunos post sobre la mujer alcohólica y pienso seguir haciéndolo aún durante algunas semanas más.

  En el post de hoy quiero trasladaros una experiencia.

Hoy he estado en un grupo de ellas que comenzó hace ya algún tiempo y una de ellas ha soltado lo que anunciaba como ”una bomba.“

Yo la había visto por la mañana. Me había contado lo que le pasaba. Llevaba algunas semanas bebiendo de forma moderada después de haberlo consensuado con su marido, que estaba totalmente de acuerdo.

Cuando salía con él, era cuando podía beber sin pasarse, porque de ésta manera, ella lo pasaba mejor, no tenía prisa por volver a casa y además se volvía más cariñosa.

Ella  se encontraba muy ambivalente. Por una parte se encontraba mucho mejor cuando salía con su marido y además por ahora no había perdido el control. Sin embargo sentía que había traicionado y mentido al grupo y eso la hacía sentirse muy mal porque se sentía muy integrada y acompañada en él.

Para soltar la “bomba” espero un tiempo y cuando a mitad del grupo le preguntaron que cómo se encontraba, que no la veían bien, soltó la bomba y contó lo que le estaba pasando. Se sentía culpable y arrepentida por un lado pero por otra parte su deseo por el alcohol había aumentado de forma considerable y eso le hacía defender su postura y justificar la ventaja de hacer lo que ella estaba haciendo.

Tenía todas las ventajas de la bebida y no había descontrolado. El resto del grupo la escuchó con calma y empezó a hacerle ver lo cerca que estaba  de caer en la depresión y en la forma de beber en la que se encontraba cuando empezó a tratarse hace más de un año.

Se estuvo viendo la importancia de que la familia también asistiera a grupos, para poder entender mejor la enfermedad y actuar en consecuencia.

La necesidad de cambiar de estilo de vida y no continuar haciendo lo mismo que cuando se bebía, pero sin alcohol, es algo muy importante.

Le hicieron ver, la necesidad de estar bien para poder atender a sus hijos , otra de sus grandes preocupaciones y que en muchos momentos habían sido disparadores para su pérdida de control.

Ella se encontraba irritable, con mal humor (generalmente es una mujer muy alegre y divertida) y poco a poco fue aceptando la necesidad de volver a intentar la abstinencia total sin mucho convencimiento. Por la mañana después de hablar conmigo lo había visto claro.

                Yo me he quedado reflexionando. ¡Qué diferencia hay siempre entre la teoría y la práctica! ¡Cómo distorsiona el alcohol, nuestras emociones, nuestros sentimientos e incluso nuestro pensamiento!

Un filósofo francés, Gabriel Marcel, decía  que cuando una persona no vive como piensa acaba pensando de la manera que vive. Que cierto es esto en las personas que beben. Cómo tratan de justificar lo injustificable, como tratan de hacer ver que es bueno lo que saben que en verdad los está destruyendo.

Cuando se está bebiendo siempre se buscan argumentos y justificaciones para seguir bebiendo, aunque estos no consigan convencer a nadie excepto al que trata de venderlos.

A veces pueden presentarse como un gran beneficio. Es el caso que nos ocupa. Nuestra amiga de hoy presentaba su bebida como un gran beneficio para ella y su marido. Sin embargo, la realidad era que la estaba llevando a la depresión, a la culpa, a la incoherencia, a sentirse mal y a la falta de control que durante años había tenido con el alcohol