El alcohol y la cocaína son sustancias psicoactivas que tienen entre sí efectos antagónicos a nivel de sistema nervioso central. Un antagonista es una sustancia, en nuestro caso el alcohol, que contrarresta los efectos de otra, en nuestro caso, la cocaína.

El alcohol actúa como depresor del sistema nervioso central y la cocaína como estimulante.

Si el alcohol produce disminución del ritmo cardíaco, de la frecuencia respiratoria, de la temperatura corporal. Sensación de agotamiento, fatiga y somnolencia, desgana y menor atención y coordinación psicomotriz. La cocaína produce aumento del ritmo cardíaco, de la frecuencia respiratoria y de la temperatura corporal. Sensación de euforia, de mayor ánimo y energía, hiperactividad, excitación física y mental. Falsa sensación de mayor rendimiento y éxito, de mayor seguridad y de autoconfianza.

Aunque pueda parecer que el resultado de la combinación alcohol más cocaína, es más efectiva en cuanto a experimentar sintomatología negativa, que el consumo por separado, el efecto que ambas sustancias tienen sobre el sistema nervioso central, no es ni mucho menos como en matemáticas que si restamos (el bajón del alcohol) y luego sumamos (el subidón de la cocaína) nos quedamos igual.

El efecto del consumo de alcohol junto con cocaína, tiene un impacto importante, ya que la minimización  de los efectos negativos de ambas sustancias, da como resultado que se consuma más cantidad y durante más tiempo, facilitando, la aparición de conductas de riesgo, porque aunque la persona no perciba los efectos del alcohol y de la cocaína, ambas sustancias están actuando sobre el sistema nervioso central.

Es más frecuente, que el problema por consumo de alcohol y cocaína se desarrolle en este orden, primero aparezca abuso de alcohol y después consumo de cocaína.

Si bien al principio, en los inicios de la combinación alcohol más cocaína, el consumo de cocaína suele ser esporádico,  se va haciendo cada vez más habitual, porque resulta muy reforzante la sensación de contrarrestar los efectos negativos de embriaguez y sedación que produce el abuso de alcohol, cuando se experimenta la sensación enérgica que produce la cocaína.

Al revés, aunque desde el punto de vista estadístico es menos significativo, también puede darse. Primero cocaína y después alcohol. En estos casos el alcohol actúa como un ansiolítico, que facilita bajar los efectos eufóricos que produce el consumo de cocaína.

MAYOR EFECTO NEGATIVO EN EL ORGANISMO QUE POR SEPARADO.

Más allá de lo que sucede “aparentemente” cuando se hace uso de esta combinación, tanto el alcohol como la cocaína son sustancias psicoactivas que tienen consecuencias negativas en todo el organismo y su uso conjunto no solo incrementa el potencial tóxico de ambas sustancias por separado, sino que al llegar al hígado se produce otra tercera sustancia llamada cocaetileno.

Esta sustancia se elimina lentamente, permaneciendo en sangre más tiempo, por lo que el impacto en el organismo es más prolongado y su efecto más intenso.

Las concentraciones de cocaetileno son más significativas cuando el alcohol se administra previamente a la cocaína, que como señalábamos es lo más frecuente.

Las personas que realizan este tipo de consumo, alcohol más cocaína, presentan un mayor deterioro a todos los niveles. Y no solo a nivel físico, sino también a nivel psicológico, sociofamiliar, y mayor presencia de conductas de riesgo del tipo agresividad, violencia, gasto excesivo de dinero, o sexo compulsivo y sin protección.

MAYOR NIVEL DE DEPENDENCIA

La combinación consumo de alcohol más cocaína, tiene un mayor potencial adictivo que ambas  sustancias por separado, y por tanto, presenta mayor dificultad para desactivar la dependencia.

La dependencia física es significativa, ya que como hemos explicado anteriormente, por los efectos antagónicos de ambas sustancias, se consume alcohol y cocaína en cantidades mayores y durante más tiempo.

En cuanto a la dependencia psicológica hay que tener en cuenta que es mucho más persistente, que cuando se trata de alcohol o cocaína por separado. Requiere mucho más trabajo para ser puesta bajo control, y supone un riesgo muy alto en cuanto a recaídas. Es necesaria la intervención a nivel cognitivo y conductual.

Desde el principio del tratamiento, hay que poner el foco de atención en evitar las situaciones de riesgo (determinadas personas, lugares, olores, cierta música, visualizar un número de teléfono….),que lleven a la persona a consumir

Y muy importante para poder ir avanzando en la recuperación, es el manejo de  pensamientos, imágenes, recuerdos, sensaciones… que activan todo un sistema de creencias, de expectativas positivas que apoyan el consumo, y que se han visto reafirmadas durante el tiempo mientras se ha consumido, y que resultan complicadas de desactivar porque no cambian con facilidad.

Por todo ello, es necesario para los problemas por consumo de alcohol y cocaína, tratamientos más intensivo, tanto en la fase de desintoxicación, como en la de deshabituación y seguimiento. Así mismo, es imprescindible el abordar ambas sustancias de forma conjunta.

Los pacientes en tratamiento por consumo de alcohol y cocaína, como hemos ido explicando, presentan peculiaridades respecto de los que sólo consumen alcohol o cocaína. La que más dificulta la recuperación es que el alcohol va a actuar siempre como detonante del “craving” o deseo incontrolado de consumir respecto a la cocaína.

REALIDAD DE LA DEMANDA

En un porcentaje muy alto de los casos de demanda de tratamiento por problemas por consumo de alcohol y/o drogas, el paciente acude a consulta sin tener claro la necesidad de ayuda a pesar del sufrimiento y las consecuencias negativas derivadas del consumo tanto para él como para su entorno.

En el caso de la combinación de consumo de alcohol más cocaína, otra de las circunstancias particulares que se presentan es que en la mayoría de las ocasiones hay un alto nivel de resistencia a entender y aceptar que la abstinencia a alcohol hay que mantenerla más allá del tratamiento. Que el alcohol va a ser siempre un factor que propicia y propiciará la vuelta al consumo de cocaína.

Esta resistencia, que se da en el caso del alcohol, por ser droga legal y consumida de manera generalizada por la mayoría de la población en nuestro entorno, no es exclusiva de los pacientes. Nos encontramos casos en los que los familiares de apoyo también presentan esta resistencia, por lo que aumenta aun más la dificultad a la hora de abordar este tipo de problema y se hace necesario la intervención también con la familia.

Como conclusión señalar, que, la combinación alcohol más cocaína es más dañina a todos los niveles que el alcohol o la cocaína por separado, que su potencial adictivo es mayor, que hay que tratar ambas sustancia conjuntamente con un abordaje más intenso, teniendo en cuenta las específicidades de esta combinación y las necesidades individuales y cambiantes de cada caso.

 

Asunción Lago Cabana.