Cuando se deja de beber o de consumir drogas, se experimenta una significativa mejoría. Nos sentimos mejor tanto física como emocionalmente. Tenemos mejor ánimo y energía para afrontar nuestras responsabilidades. Las relaciones con las personas queridas se van normalizando. Todo empieza a cambiar para positivo.

Esta mejoría se debe a que las consecuencias negativas que se dan a todos los niveles vitales, y que son derivadas directamente del consumo, van desapareciendo con la abstinencia, o en el peor de los casos no van a más.

Pero la falta de energía, el no cumplir con nuestras obligaciones, el deterioro de las relaciones familiares… no son la enfermedad, son como hemos dicho, consecuencias, de manera, que aunque recuperemos el ánimo, nos sintamos con fuerza y ganas para afrontar los retos del día a día, aunque volvamos a contar con la confianza y el apoyo de nuestros familiares, la enfermedad sigue ahí, y siempre va a seguir ahí.

La recuperación es todo un proceso, que va mucho más allá, que lleva su tiempo, y en el que hay que lograr la aceptación de la enfermedad y un cambio profundo. En dicho proceso, se necesita ayuda para evitar y/o hacer frente a los recesos o recaídas que se pueden producir. La principal situación de riesgo, y que se produce como hemos indicado cuando nos empezamos a sentir bien como consecuencia de la abstinencia, es el exceso de confianza.

Nos sentimos tan bien, que dejamos de pensar que tenemos un problema con el alcohol y/o las drogas, que lo podemos controlar  y dejamos de protegernos. Nos convertimos entonces en altamente vulnerables ante el consumo, y además no somos conscientes de ello.

Os dejamos el testimonio de un paciente, que tiene mucho que ver con lo que hemos expuesto, y que creemos servirá de ayuda para entenderlo mejor.

Hola, soy Javier, soy alcohólico. Estoy en terapia de grupo con Choni junto a otros compañeros de grupo. Yo nunca había escrito en un blog, pero me atrevo a entrar para contaros mi experiencia.

Yo dije hace unas semanas ante mis compañeros que no bebería más, porque no me salía de los… ya sabéis. Me acusaron de prepotente.

Y era verdad. La semana pasada en una comida de empresa, a la hora de los postres y las copas, de pronto me entraron unas ganas insoportables de beberme un cubata, o dos,  o cuatro, en ese momento me acordé de Choni, del Dr. Reina, de mis hijos, de mi madre a los que he prometido siempre que no bebería más.

Siguiendo los consejos de autoprotección de mi terapeuta, a la compañera de trabajo que estaba a mi lado y conoce mi enfermedad le pedí que no me dejara solo hasta que llegara al coche, y así lo hice, me fui directo a casa y llamé a mi madre para contarle lo que me había pasado y al escuchar su voz y sus consejos se me quitó la tentación de inmediato.

Por eso os escribo, ni yo, ni nadie es Superman, somos humanos, yo comprobé por mi mismo que si se puede, como dice el coletas.

Os ruego que os auto protejáis y paséis unas fiestas, felices y en abstinencia.

Felices y abstenidas fiestas a todos.

 

Javier.”

 

Referencias:

 

Post del blog Instituto bitácora.