Desde que en una persona comienzan a surgir los primeros problemas de alcohol, hasta que se reconocen suele pasar mucho tiempo y ocurre lo mismo entre el reconocimiento más o menos ambivalente de estos hasta que se inicia la búsqueda de ayuda para solventarlos.

Al principio el paciente suele negarlo, minimizando su consumo y justificándose con las circunstancias en las que ha estado bebiendo, estaba en una fiesta, todos estaban bebiendo, ha tenido un problema que le hacía sentirse mal y se tenía que aliviar…

La familia del enfermo alcohólico suele ser al principio muy tolerante con el consumo de alcohol igual que el resto de la sociedad.

El alcohol es la droga más tolerada en la sociedad a pesar de ser la que más problemas causa. Las drogas ilegales causan gran preocupación y no son bien toleradas. Con la otra droga legal como el tabaco se ha conseguido una concienciación tal que si una persona en una reunión dice que ya no fuma es entendida inmediatamente y es envidiado con frecuencia por el fumador que intenta dejarlo. Cuando ocurre eso con el alcohol la comprensión que encontrábamos con el tabaco se vuelve presión e insistencia en que se debe beber porque” con una copa no pasa nada” aunque esa persona por distintas circunstancias lo tenga desaconsejado.

La familia de la persona con problemas de alcohol, utiliza casi los mismos mecanismos de defensa que el bebedor. Al principio no quiere enterarse, lo minimiza y lo niega. La familia en principio por una parte confía en la persona que bebe y cómo esta no le da importancia tampoco se lo dan ellos. Por otra parte el pensar que pueda existir tal problema implica tantas connotaciones negativas, que les lleva a preferir no darle importancia y a no querer verlo.

Cuando los problemas continúan aumentando, la familia pasa a defenderse no siempre de la forma más adecuada, pero esto será objeto de un siguiente post.