En las próximas semanas, quiero que caminemos juntos por los pasos necesarios para recuperarse del alcoholismo. Pero antes de empezar ese camino, es fundamental que entendamos a qué nos enfrentamos. Como se suele decir, no se puede luchar contra un enemigo desconocido. En este blog veremos que es el alcoholismo y porque es difícil dejarlo
Si estás leyendo esto, es posible que tú o alguien a quien quieres esté peleando con el alcohol. Quizás sientes confusión, miedo o incluso culpa. Lo primero que quiero decirte es: respira hondo. Entender qué es realmente el alcoholismo es el primer y más poderoso paso para quitarse un peso de encima y empezar a sanar.
Empecemos por lo más importante: ¿Qué NO es el alcoholismo?
- No es una falta de voluntad.
- No es un vicio o una debilidad moral.
- No es simplemente «beber demasiado».
La idea de que alguien «podría parar si de verdad quisiera» es uno de los mitos más dañinos que existen. Genera vergüenza y hace que la gente no pida la ayuda que necesita y merece.
¿Qué SÍ es el alcoholismo? Una enfermedad del cerebro
La comunidad médica y científica lo tiene claro: el alcoholismo, conocido técnicamente como Trastorno por Consumo de Alcohol (TCA), es una enfermedad crónica que afecta al cerebro.
Imagina que tu cerebro tiene un sistema de recompensa, como un circuito que te hace sentir placer y motivación. El alcohol, al principio, activa ese circuito y te hace sentir bien. El problema es que, con el consumo continuo, el alcohol «secuestra» ese sistema.
Tu cerebro empieza a cambiar. Los circuitos que controlan los impulsos, la toma de decisiones y el placer se alteran. Ya no bebes solo por gusto, sino porque tu cerebro ha aprendido a necesitar el alcohol para funcionar con normalidad. Luchar contra eso es como intentar detener un coche al que se le ha atascado el acelerador: la fuerza de voluntad no es suficiente.
No es solo química: es una mezcla de factores
Esta enfermedad es compleja y no tiene una única causa. Es más bien una «tormenta perfecta» donde se juntan varios factores:
La genética: Se calcula que entre el 40% y el 60% del riesgo de desarrollar alcoholismo es hereditario. Es algo que puede venir en tus genes, como el color de tus ojos.
Tu salud mental: La ansiedad, la depresión, un trauma pasado o el TDAH pueden hacerte más vulnerable. A veces, se empieza a beber como una forma de «automedicarse» para silenciar ese dolor.
Tu entorno: Crecer en una familia donde se bebe mucho, tener fácil acceso al alcohol o formar parte de un círculo social donde el consumo es la norma, también influye enormemente.
¿Cómo saber si se ha cruzado la línea?
Estas son las 11 señales de alerta
Los expertos usan una lista de criterios para diagnosticar el trastorno. Si una persona cumple al menos dos de estas señales en el último año, podría tener un problema. Léelas con calma y sin juzgar, ¿te suena algo de esto?
- ¿Bebes más cantidad o durante más tiempo de lo que tenías pensado?
- ¿Has intentado reducir o dejar la bebida, pero no lo has conseguido?
- ¿Pasas mucho tiempo bebiendo o recuperándote de los efectos (resaca)?
- ¿Sientes unas ganas muy intensas o una necesidad casi incontrolable de beber?
- ¿El consumo te ha hecho descuidar tus responsabilidades en el trabajo, los estudios o en casa?
- ¿Sigues bebiendo a pesar de que te está causando problemas con tu familia o amigos?
- ¿Has dejado de hacer actividades que antes te gustaban para poder beber?
- ¿Has consumido alcohol en situaciones peligrosas (como conducir o manejar maquinaria)?
- ¿Continúas bebiendo, aunque sabes que te está causando un problema físico (en el hígado, por ejemplo) o mental (ansiedad, depresión)?
- Tolerancia: ¿Necesitas beber cada vez más para conseguir el mismo efecto?
- Abstinencia: ¿Cuándo dejas de beber, experimentas síntomas como temblores, insomnio, náuseas o una gran ansiedad?
Un ejemplo para entenderlo mejor
Pensemos en María. Empezó a beber una copa de vino por la noche para relajarse del estrés del trabajo. Con el tiempo, una copa no era suficiente y pasó a dos, luego a tres. Cuando su pareja le mostró su preocupación, ella decía que «lo controlaba». Pero empezó a tener insomnios y temblores si no bebía. Un día, tuvo un pequeño accidente de coche volviendo a casa. María no es una mala persona, ni es débil. Su cerebro ha desarrollado una dependencia, y cumple varias de las señales que hemos visto.
Entender es el primer paso para sanar
Comprender que el alcoholismo es una enfermedad nos libera de la culpa y nos abre la puerta a la compasión, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos. Es una condición compleja, sí, pero la buena noticia es que se puede tratar.
Este es solo el comienzo de nuestra conversación. Saber a qué nos enfrentamos nos da el poder de elegir las herramientas correctas para luchar. Y eso, amigo mío, ya es una victoria.
Si quieres profundizar en lo que realmente significa el alcoholismo, comprender sus causas, efectos y cómo afecta tanto a quienes lo padecen como a su entorno, te invito a hacer clic aquí y seguir explorando este tema con mayor detalle.
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