La Navidad reúne luces, encuentros, comidas prolongadas y momentos que nos invitan a revisar cómo ha sido el año. Es un periodo donde las emociones se intensifican y nuestras rutinas se transforman. En este contexto, es habitual que ciertos hábitos —especialmente el consumo de alcohol— se normalicen sin medir del todo su impacto en la salud.
Navidad significa Nacimiento, y se empezó a celebrar por los cristianos en recuerdo del nacimiento en Belén de Jesús de Nazaret. Aunque muchas familias mantienen viva esta tradición espiritual, la realidad es que en gran parte de la sociedad estas fechas se han convertido también en un momento marcado por el consumo, las compras, los eventos sociales y los excesos.
Actualmente, aunque existen numerosas familias que continúan celebrando el sentido religioso y cultural de la Navidad —incluyendo los tradicionales mercados navideños donde se adquieren figuras para el Belén—, vemos cómo esta época se asocia cada vez más a una dinámica de consumo creciente. Dentro de ese consumo, el alcohol ocupa un lugar destacado.
En España, es habitual que estas fechas se acompañen de un aumento notable del consumo de bebidas alcohólicas. El vino en la mesa, el cava para brindar, los licores tras los postres o las cervezas en reuniones informales forman parte de nuestra cultura festiva. Según diversas encuestas recientes, durante estas semanas el consumo de alcohol puede incrementarse entre un 20 % y un 30 % respecto al resto del año. Esta normalización cultural puede generar una falsa sensación de seguridad, dejando de lado los riesgos reales asociados a beber más y con mayor frecuencia.

En nuestra cultura, el alcohol es tradición
En nuestro contexto social, beber es un gesto que simboliza celebración, unión y alegría. Compartir una copa suele entenderse como parte esencial del ritual festivo, algo que parece casi inseparable de las reuniones familiares y sociales. Sin embargo, conviene recordar que tradición no siempre es sinónimo de bienestar.
Como hemos señalado recientemente, existen estudios actuales que confirman que no existe un nivel de consumo de alcohol con riesgo cero para la salud. Solo podríamos hablar de consumos muy reducidos como niveles de bajo riesgo, pero incluso en esos casos no existe una garantía total de ausencia de daño.
La Navidad puede reforzar esa idea de que “por unas copas no pasa nada”, pero comprender los efectos acumulativos del alcohol es fundamental para tomar decisiones informadas.
Cuando el alcohol se convierte en riesgo
Las fiestas intensifican las emociones: nostalgia, tensión familiar, soledad, cansancio o euforia. Esta combinación puede incrementar el consumo en personas que normalmente beben de forma esporádica, pero también puede desencadenar recaídas o generar malestar en quienes mantienen una relación conflictiva con el alcohol o se encuentran en proceso de recuperación.
Entre los principales riesgos del aumento del consumo navideño encontramos:
- Alteraciones del sueño y del estado de ánimo.
- Disminución del autocontrol y toma de decisiones impulsivas.
- Mayor probabilidad de accidentes y conflictos familiares.
- Aumento de las dificultades para quienes intentan mantenerse sobrios.
- Impacto emocional y físico a corto y medio plazo.
Además, es importante recordar que el alcohol puede actuar como un “amplificador emocional”: lo que ya se siente, se intensifica. En un periodo de alta carga emocional, esto puede suponer un riesgo adicional.
Cuando la Navidad puede ser una oportunidad
Más allá del riesgo, la Navidad también abre un espacio para reflexionar sobre nuestros hábitos. Es un buen momento para preguntarnos:
- ¿Por qué bebo?
- ¿Cómo bebo?
- ¿Qué necesito realmente?
Celebrar no requiere necesariamente alcohol. Brindar tampoco exige hacerlo con bebidas alcohólicas, aunque la costumbre nos empuje a ello. Tomar distancia de los automatismos de consumo puede convertirse en un gesto significativo de autocuidado durante estas fechas.
Consejos prácticos para estas fiestas
Para disfrutar de una celebración más consciente, estos consejos pueden ayudarte:
- Define tus límites antes de cada encuentro.
- Alterna bebidas con y sin alcohol.
- Busca un aliado: alguien que comprenda tu situación y pueda apoyarte si estás intentando reducir o evitar el alcohol.
- Prepara una frase sencilla para decir “no” sin sentirte en conflicto.
- Atiende tus emociones: el alcohol no resuelve tensiones ni calma tristezas.
- Planifica el regreso a casa sin riesgos.
- Si estás en recuperación, prioriza espacios, horarios y personas que te cuiden.
Estos pequeños gestos pueden marcar una diferencia significativa en tu bienestar físico y emocional.

Una celebración más consciente
La Navidad puede ser luminosa, pero también exige una mirada honesta hacia lo que nos hace bien. Esta época nos invita a elegir cómo queremos celebrar: con conciencia, calma y cuidado.
Porque la verdadera celebración no está en la copa, sino en la forma en que nos tratamos a lo largo del camino.
Deja un comentario