La semana pasada hablábamos de lo difícil que resulta para pacientes y familias aceptar que una adicción es una enfermedad. Ponemos como ejemplo, un pensamiento automático, el “por un día no pasa nada” que se da tanto en pacientes como en familiares, especialmente en estas fechas que tenemos a la vuelta de la esquina y sobre el que trabajamos para que no se active desde Instituto Bitácora.

El plantearse ”beber en un día especial, como hace todo el mundo, si pasarme, sin emborracharme, solo disfrutando como hace la gente normal”, es no entender que una adicción es una enfermedad. La recuperación, al igual que el desarrollo de la enfermedad, es un proceso, que requiere su tiempo y un cambio de actitud.

Muchas veces confundimos consecuencias negativas de la adicción con la propia adicción.Cuando empezamos a sentirnos bien como consecuencia de ir sumando días en abstinencia, y ya no hay malestar físico, nos sentimos con energía, dormimos bien, nuestro estado de ánimo empieza a estabilizarse, la relación con nuestros familiares y allegados se va normalizando… cuando todos los problemas por los que decidimos, o decidieron otros, ponernos en tratamiento van desapareciendo, tendemos a pensar que ya no existe la enfermedad, luego el “por un día no pasa nada” no parece tan descabellado.

Sin embargo, como con los herpes, cuando desaparecen las lesiones cutáneas, el virus permanece en nuestro cuerpo, manifestándose de nuevo ante determinadas circunstancias.

Con el tratamiento y la abstinencia, comienzan a extinguirse las consecuencias negativas derivadas del consumo de alcohol y/o drogas, pero las consecuencias no son la enfermedad. La enfermedad, la adicción, está ahí, latente, y va a estarlo siempre, por eso si un día bebemos no es posible el “por un día no pasa nada”, porque sí pasa, y mucho. Si un día bebemos, como dicen muchos de los pacientes de Instituto Bitácora, el monstruo se despierta, y la sintomatología de la enfermedad, incapacidad para abstenerse, pérdida de control, y las consecuencias físicas, psicológicas y socio familiares derivadas del consumo se activan.

Esto es así y será así siempre, porque como consecuencia del consumo de alcohol y/o drogas (también por conductas potencialmente adictivas) se producen una serie de modificaciones permanentes en una parte determinada de nuestro cerebro.

El cerebro es el órgano más complejo y delicado del cuerpo humano. Es el centro de toda actividad, regula todas las funciones del organismo, y a través de él somos capaces de interpretar y dar respuesta a los estímulos. Elaboramos nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras conductas.

Y en una parte de éste, en el circuito de recompensa, es donde reside el monstruo del que hablan algunos de nuestros pacientes. La semana que viene intentaremos llegar hasta la guarida del monstruo.

Asunción Lago Cabana. Instituto Bitácora.