Si comienzo a rememorar atrás y más atrás, en el tiempo, empecé a beber de forma preocupante a los 20 años. pero no sabía lo que estaba haciendo. No era consciente del peligro, ni tampoco de las consecuencias. A esa edad estudiaba primer curso en la facultad de filología de Granada. Vivía en casa de mis padres, dos buenas personas a las que un proyecto vital de doce hijos en común, desbordó cuando ambos tenían más o menos, sesenta años.

Antes de esa edad, había bebido cervezas en el instituto, siempre los viernes y siempre con amigos. lo que hacían todos. Mi forma de vida era normal, buena estudiante, muchos amigos, …nada que a simple vista diera indicios de convertirse en alcohólica. A los 19 años dejé los estudios y estuve viviendo en Barcelona unos meses…vivía sola y tenía un trabajo en el Corte Inglés.

No me gustaba mi vida y decidí volver a Granada. En aquella época no bebía más que algún gin tonic alguna noche que salí. No tenía ni siquiera la costumbre de tomar cerveza a medio día. Al volver a casa de mis padres me di cuenta de que allí sobraba. No me apoyaron en nada, no me sentí respaldada por ellos y con mi madre tenía una muy mala relación. Ahora sé que mi madre sentía celos, y el apoyo que tenía en mi padre, lo perdí, al marcharme de casa sin haberme casado, sin haber acabado los estudios.

En aquella casa había entonces cinco adolescentes y una menopáusica muy visceral y el ambiente era tóxico. En aquel momento no era consciente de nada de esto, simplemente, vivía. retome las clases en la universidad, y trabajaba en lo que iba saliendo…azafata de congresos, secretaria a tiempo parcial…no me costaba un gran esfuerzo trabajar y estudiar. Pero si sentía ansiedad y tenía muchas temporadas de unos estados melancólicos que me dificultan la vida. por las noches no podía dormir y empecé a beber un vaso de vino antes de dormir.

En mi fuero interno sabía que hacía mal. Pero no tenía valor para ir a un psiquiatra o médico que me recetó tranquilizantes o algo así y desde luego, no contaba con el apoyo de mis padres para que me ayudaran a resolver algo que ellos no comprendían ni tenían conocimientos para eso.

Empecé a salir con el que hoy es mi marido, empecé a aprender fotografía y aunque con él no iba a discotecas, pubs o los sitios donde iban los jóvenes de mi edad, si que quedaba con antiguos amigos para ir de copas, beber cerveza…cuando podía. Pero en aquel momento no era consciente del todo del peligro y estoy segura de que nadie de mi entorno de aquel momento habría predicho que acabaría convirtiéndome en alcohólica, ni yo tampoco, aunque sabía que hacía mal tomando un vaso de vino para poder dormir.

Al venir a Sevilla a vivir la relación con el alcohol se intensificó mucho. Vine a vivir con mi novio, hoy mi marido, porque él tenía trabajo aquí. En Sevilla encontré trabajo enseguida en el Centro Andaluz de teatro, de secretaria de dirección.

Tenía 22 años. dejé los estudios por segunda vez, en segundo curso de carrera. bebía a escondidas, cerveza, vino, a medio día, siempre que podía y los fines de semana , aunque no quedaba con nadie para salir, compraba ginebra o whisky para beberlo en casa. pero en esos años el alcohol no me hacía el efecto que me hace ahora. desarrollé una gran tolerancia. y ahora sé que lo que estaba haciendo era disfrazar mi frustración, porque no estaba decidiendo nada por mi misma. y también tapaba mis miedos y fobias.

Muchas veces no podía salir a relacionarme con gente , sin tomar algo, porque me sentía inferior. y yo era una joven muy mona, inteligente, simpática, y una buena persona. lo era y lo soy. no fui inteligente al refugiar mis fobias, miedos y frustraciones en el alcohol. No entré en la adicción de la noche a la mañana, entré despacísimo, poco a poco y con auto engaños, como tanta gente.

En poco tiempo monté un estudio fotográfico, con el dinero de una beca de la Universidad. levanté sola aquel estudio, era buena haciendo retratos. Lo hice bien y lo hice sola, solo que bebía , desde las doce de la mañana, para poder dormir la siesta y por la tarde, para que fuera el día más corto, bebía gin tonics, en el trabajo. Sólo tenía 23 años, y ya estaba de lleno en la adicción. Bebía a escondidas.

Disfrazaba el olor con caramelos de menta y colonia. la consecuencia negativa de aquel momento era la resaca pero mi organismo era joven y con un café resolvía el arrancar el día. me odiaba por hacer aquello pero no podía dejar de hacerlo. Tuve hasta tres estudios fotográficos, y luego mi marido y yo los vendimos. Compramos una cámara de tv y en aquellos años, hice muchas funciones para las que no me sentía preparada. Entrevistas por la calle, para canal Sur, ruedas de prensa, partidos de fútbol, entrevistas a toreros futbolistas…etc para canal Plus, Antena 3…trabajamos como freelance, pero yo siempre estaba a la sombra, siempre improvisando mis funciones. Ya era una mujer insegura pero recuerdo que aquello me generaba mucha inseguridad más y no me gustaba mi trabajo.

Además ese proyecto era de mi marido, no mío. Ganamos mucho dinero. Compramos una cae, y nos casamos. llevábamos viviendo juntos 7 años. El día de mi boda desayuné champán. No porque estuviera celebrando algo bonito. tenía miedo de que se rieran de mi vestido. tenía tantas ideas irracionales (aun las tengo, solo que ahora las captó mejor), que pasaba la vida tapando inseguridades.

La misma vida me daba miedo, y aún me lo da. A los 29 años me quedé embarazada, tenía mucha ilusión por ser madre. durante el embarazo dejé de beber y de fumar. me sentía bien, pero la vida en aquel momento, para mi, era aburrida. Sin tabaco y sin alcohol. Antes del embarazo, también dejé de beber, lo dejaba durante unos meses, y me engañaba pensando que si podía dejarlo un mes, o incluso diez meses, no era alcohólica porque conseguía dejarlo y dominaba la tentación. lo que me gustaba del alcohol y me gusta, es su efecto.

No el sabor. La ansiedad baja en muy poco tiempo y la sensación falsa de seguridad, el paso del tiempo más rápido, la ausencia de miedo. Fue aquello lo que me enganchó. a veces no podía relacionarme sin él. Pero no he sido una persona insociable tampoco. Hay muchas cosas de mi que aún, no encajan.

Soy una persona contradictoria y con estados emocionales inestables. Al nacer mi hijo estaba deseando detestarlo para fumar y beber otra vez. Este episodio de mi vida me resulta muy doloroso. No me comporté como una irresponsable mientras criaba.

Mi hijo tuvo una infancia tranquila, feliz, porque aun mi organismo no sufría los estragos claros de esta enfermedad progresiva…y yo bebía a escondidas o bien cuando venían amigos a casa. Los cuidados de mi hijo y hogar nunca estuvieron abandonados por causa de la adicción. pero obviamente tampoco pude ser una madre cien por cien. Cuando mi hijo tenía once años me vio vomitando, se preocupó mucho y se lo conté. Le convencí de que con ayuda del médico me curaría, y mi hijo me creyó.

Cuando mi hijo tenía quince años, llegué a casa una noche, dando gritos e insultándoles, a él y a mi marido. desde aquella noche lo que ya era un infierno se agravó. Mi marido llamó a la policía. Mi hijo se distanció de mi durante mucho tiempo y mi marido empezó a retirarme la confianza, el amor, la complicidad, el cariño. Todo.Mi vida familiar ahora es un desastre. Convivimos de forma triste.

No hablamos, no salimos juntos a ningún sitio. Mi marido y yo dormimos separados. Todas las noches me duermo lamentando esta situación, y me despierto preparándome mentalmente para vivir un día más, sobria y sobrellevar el desamor con el que vivo y al que me ha llevado el alcoholismo.. Ahora no bebo, y con ayuda del Bitácora, llevo la abstinencia bien, aprendo a gobernar las emociones, las inseguridades, los sentimientos de culpa. Hace unos meses y después de dos años y medio de abstinencia tuve una recaída.

Esta recaída duró unos tres meses aunque no bebiera ni gran cantidad ni cada día. el alcohol en mi cerebro ahora hace unos estragos bestiales. me convierte en alguien agresiva, en un monstruo. En alguien que no soy. En esa recaída acabé en la unidad de salud mental del hospital. Tengo recuerdos tremendos de esa vivencia. En estos años pasado pedí ayuda en Alcohólicos Anónimos, también, en diferentes grupos.

Al principio no me sentía identificada con los testimonios de los demás. Oía cosas como : «seguir bebiendo sólo tiene tres salidas: la cárcel, el manicomio o el cementerio». esto me parecía una exageración, me parecía que esas cosas sólo le pasaban a los indigentes. No he estado en la cárcel, pero a mi casa ha venido la policía varias veces, la ambulancia, otras tantas, porque también tuve intentos de suicidio, y, aunque fueran dos días, he estado en lo que antes llamaban manicomio.

No era una exageración, y estas cosas, no le ocurren sólo a los indigentes. sé que toda mi vida tendré que vigilar mis estados emocionales. Que la recaída se prepara antes de coger el vaso, que un hombre que te adoraba puede llegar a odiarte, que tu familia de origen puede de veras darte la espalda porque esta enfermedad, agota a los familiares, y yo no me quejo de no haber tenido personas buenas a mi lado. he tenido muy buenas personas en mi vida. pero el alcohol me hizo esto, me ha convertido en una persona arrinconada, torturada por los remordimientos y y aislada. Mi querido hijo, que es un ser humano excepcional, hoy día también tiene que tratarse de ansiedad, estados depresivos y tiene la autoestima baja. Y por supuesto, el haber tenido una madre alcohólica, le ha hecho esto. salir, se sale.

Se puede vivir con la enfermedad. No es fácil, pero se consigue. Pienso que el truco es cada día proyectarse en uno mismo, priorizar el bienestar propio, disfrutar las cosas pequeñas, dar gracias por lo que sí se tiene, y vigilar mucho los pensamientos, reconducirlos cuando van a lugares inadecuados y tóxicos. ser honesta, pedir ayuda y retomar ilusiones. En mi caso, el dibujo, por ejemplo.